Sentido y misión de la escuela Teresiana

 

A toda práctica educativa precede una cosmovisión o una manera de comprender la persona y la vida humana. En los colegios teresianos concebimos a la persona desde una antropología cristiana y teresiana, apostamos por un sueño de sociedad, compartimos una imagen de Jesucristo y proyectamos una Iglesia que deseamos construir junto a otros/as.

PERSONA. Concebimos a la persona como un ser de “gran hermosura, dignidad y capacidad”. Estas singulares características que le distinguen de otros seres, están dadas por su condición de creatura habitada por Dios, capaz de relacionarse libre, consciente y amorosamente con su Creador y ser colaboradora en su obra. Concebida a imagen y semejanza de Dios, la persona se realiza en comunidad y se construye en el encuentro. Posee poder creativo para transformar y capacidad para establecer relaciones de amor y reciprocidad, que le permiten entrar en comunión con todo lo creado y con su Creador.

SOCIEDAD. Para la educación teresiana, la Sociedad es el espacio humano en el que habita Dios como germen de vida y donde la persona se reconoce a sí misma como tal; descubre y desarrolla sus potencialidades; encuentra su sentido en la vida y despliega su vocación. Por ello desea colaborar en la construcción de una sociedad fundada en principios éticos, basada en el reconocimiento y promoción de la dignidad humana; en el respeto y valoración de la pluralidad de identidades; en el diálogo como vía de encuentro y entendimiento, y en la conciencia del cuidado y sustentabilidad del planeta como casa de todos. La educación teresiana cree en una sociedad SOLIDARIA, PLURAL, INCLUSIVA Y DEMOCRÁTICA, formando ciudadanos/as responsables

JESUCRISTO. La educación teresiana es CRISTOCÉNTRICA, es decir, tiene como centro, principio y fundamento de toda su acción educativa a la Persona de Cristo, a quien experimenta como un Amigo y Maestro, revelador del rostro Paterno-Materno de un Dios apasionado por la Humanidad; encarnado en la historia, en la cultura y en el corazón de cada ser humano, donde habita, se comunica y “se da sin tasa ni condición a quien lo quiera recibir.”

IGLESIA. La educación teresiana concibe a la Iglesia como pueblo de Dios, comunidad de bautizados/as que viven su condición de tal como discípulos/as y misioneros/as de Cristo, por opción. Hombres y mujeres que en su vida personal y en comunidad van aprendiendo a reconocer la presencia de Dios en los acontecimientos cotidianos, en las liturgias, y en la lectura meditada y orada del Evangelio. Viven un constante proceso de conversión que les lleva a comprometerse con el cuidado y promoción de la Vida en todas sus manifestaciones.

Las orientaciones e intuiciones pedagógicas de Enrique de Ossó se han ido enriqueciendo a través del tiempo. Hoy la propuesta Educativa Teresiana (PET), constituye el marco de referencia para la gestión educativa de los colegios teresianos a nivel internacional, en la que se establece que “educamos desde la realidad y para la vida, para construir cultura solidaria y de paz con personas que sean sujetos de encuentro, transformadoras sociales”. También son fuentes inspiradoras los acuerdos congregacionales para los centros educativos de América, comprometidos con una educación humanizadora, liberadora y transformadora con la finalidad de “contribuir a la formación integral de la persona, para que desde un itinerario educativo teresiano, descubra el proyecto de Dios en su vida, se construya mediante el encuentro y la relación, desarrolle sus capacidades y sea agente de transformación social”.